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Hablar de la Arquitectura
Mexicana y de su papel en el entorno mundial nos compromete primeramente
a entenderla y definirla. Entonces, ¿qué es la Arquitectura
Mexicana? ¿Hablamos acaso de aquella arquitectura espontánea
que surge del pueblo, y que aunque auténtica, no es el resultado
de un estudio profundo? ¿O es la que se analiza en los libros e
incluso se construye a nivel internacional?
La respuesta a estas preguntas nos lleva a examinar las influencias que
dan origen a la expresión arquitectónica del pueblo mexicano,
fusión de culturas y cruce de caminos.
México como país no surge sino hasta la época de
la conquista, donde se fusionan las dos influencias más importantes
que se han reflejado en la producción arquitectónica de
México: la Mesoamericana y la Colonial.
La primera nos hereda una concepción muy especial del espacio abierto,
la integración plástica y la masividad en el manejo de los
volúmenes, mientras
que la segunda, a través de sus propias raíces árabes,
nos aporta una arquitectura con un amplio respaldo artístico e
histórico de la Europa de la época y valiosos aportes en
el diseño urbano y ambiental a través de las Leyes de Felipe
II.
Pero ninguna herencia arquitectónica es estática. Nuestro
país desde sus orígenes ha sabido integrar las aportaciones
culturales relevantes en cada periodo en su búsqueda interminable
de un lenguaje propio.
Cuando el mundo abrazó las ideas funcionalistas de una arquitectura
internacional, México respondió con una arquitectura que
traicionaba fuertes influencias culturales.
Y es que la arquitectura mexicana, con sus constantes de luz, color y
textura, nunca ha prescindido de su vinculación al lugar y a la
sociedad a la que sirve, lo que le permite superar visiones puramente
folkloristas.
Nuestra arquitectura siempre ha sido más que una técnica
enfocada a cumplir las necesidades básicas, y ha sabido expresar
plásticamente su compromiso con el amplio legado simbólico,
antropológico y cultural del pueblo que representa.
Es por ello que nuestras soluciones son ricas y diversas. Nuestra variedad
de climas ha sido enfrentada con soluciones bioclimáticas ingeniosas
y profundamente ligadas al paisaje natural.
Desde la arquitectura mesoamericana, que entablaba un íntimo diálogo
con el paisaje y el patio colonial con su potencial para crear microclimas
a través de los elementos naturales, hasta las soluciones contemporáneas
en donde la arquitectura y el diseño se integran, se percibe el
reconocimiento de la relevancia del entorno y la necesidad creciente de
respeto al medio
De allí han surgido respuestas como la que Luis Barragán
ha aportado como autor icónico de nuestro pueblo a nivel internacional.
Sus conceptos de Magia, y Sorpresa aplicados a una arquitectura calificada
de emocional son un cuestionamiento directo al funcionalismo crítico
que el mundo esgrimía. Son expresión sencilla y elegante
a la vez de un pueblo para el cual el uso espontáneo del color,
el muro, la naturaleza y la luz es un legado inolvidable, aún en
nuestros días.
Sin embargo, la trayectoria de la arquitectura mexicana no se detiene
aquí. Los diferentes periodos históricos, que han dejado
su sello en el patrimonio construido de nuestro país, han tenido
impactos diversos que deben estudiarse para poder responder cabalmente
a la pregunta inicial que busca una interpretación contemporánea
válida para nuestro mundo globalizado.
Es entonces cuando el estudio y el análisis de las respuestas de
nuestra cultura a las influencias exteriores nos permite entender el lugar
que la arquitectura mexicana ocupa en el entorno mundial y su futuro.
Basta con mirar a la escasa producción arquitectónica postmoderna
y deconstructivista de nuestro país para entender que las raíces
filosóficas y culturales tienen relevancia en una profesión
que cada vez más parecería que tiende a la imitación
formal en una aparente búsqueda de un lenguaje universal.
El primer estilo, el postmoderno, aunque contó con muy respetables
conversos, es ahora aparentemente ajeno a nuestro legado cultural, mientras
que el segundo, a decir de los críticos, no ha tenido cabida fuera
de las aulas donde se enseña y ensaya la profesión.
El desarrollo actual parece pues encaminarse a la exteriorización
de una cultura nacional y un cambio tecnológico en términos
formales y en el manejo de los materiales. El resultado de reinterpretaciones
sucesivas pero con una sola arquitectura como fuente creativa.
Bajo esta óptica, y ante la escasa capacidad del postmodernismo
de reflejar una serie de valores universales, se habla hoy de un regreso
a la arquitectura moderna, que a la manera de ser en nuestro país,
no se agotó. Sin embargo, está fuertemente influida por
formas que pretenden ser radicales y contemporáneas sin realmente
serlo.
Es allí donde el análisis que la academia hace de la historia
de la arquitectura bajo una óptica integral, inclusive de aquella
en la que los autores no nos dejan sus ideas sino sus obras, nos permite
hacer aportaciones valiosas para el entorno profesional.
Regresamos entonces a la pregunta inicial, que ahora parece imposible
de contestar sin ese análisis que necesariamente, y por el sello
de la integración plástica, debe hacerse involucrando a
todas las disciplinas creativas.
El interiorismo, el paisajismo, el diseño gráfico y el diseño
industrial transitan bajo influencias similares, inmersas en una fusión
de minimalismo con tintes modernistas-racionalistas y de regionalismo
crítico. Pero en todas estas disciplinas se percibe el reflejo
de una riqueza cultural que, ante la influencia creciente de una internacionalización
inevitable, no deja de voltear la mirada a sus raíces buscando
la reinvención constante y la vigencia permanente.
PALABRAS PRONUNCIADAS POR EL ARQ. ALFREDO
AMBRIZ TAPIA EN EL MARCO DEL ENCUENTRO INTERNACIONAL ASIA-JALISCO EN LA
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE GUADALAJARA, AGOSTO 2005.
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